martes, 23 de marzo de 2010

"EL SEÑOR QUE CONOCÍ EN LA CASA DEL CAFÉ"

El cielo está nublado, grisáceo, pero Managua anda despierta a pesar de ser las 2:30 de la tarde (hecho de menos la siesta). Acabo de conocer a Martín.
Martín es un hombre moreno, a pesar de que su cabello ya tiñe en plata. Tiene la cara llena de una especie de cráteres de diferentes tamaños situados alrededor de su cara, empañando su expresión al fin y al cabo, afeando su cara ya de por si arrugada y cansada...Pero hay algo más alla de eso, algo que me gusta por encima de la apariencia...A pesar de todo no ha perdido la fe.
Aunque hace calor lleva una camisa de manga larga azulina (lo más probable es que sea la única), y una gorra rota sobre su cabeza. Sus zapatos estan también rotos. La voz, como a Delfina, le sale tímida del fondo, que debe estar lleno porque no hay eco de vació detrás de sus palabras, pero no me mira a los ojos al sacarla, no se si porque soy una mujer o porque soy una mujer blanca que no deja de hacerle preguntas. Intento demostrarle mi admiración, intento ganarme su confianza, y no se me ocurre otra cosa que ofrecerle medio vaso de cafe con vainilla (no hace falta que lo digaís, lo sé, me acabo de dar cuenta ahora mismo, mientrás lo escribía, es una tontería, una estúpidez).
Martín es ya muy anciano, tiene los oídos sucios y las manos y las uñas desgastadas. Se mueve lento, fatigado tal vez, y no me sorprende, hace un calor insorportable incluso debajo de este árbol negro y triste como él. Abajo, donde las raíces, descansan coloridas sus ideas. Tres cuadros, tres testigos de su historia y de su arte. 2 de ellos son paisajes de la antigua ciudad de Mayasa, con esos tejados rojos brillante, el horizonte celeste apagado, un poco más claro que sus ojos, las casitas pequeñas y blancas, como las de un pueblo andaluz, limpias. El tercero, es de una fruta roja y anaranjada, de la que recuelgan semillas blancas. Lo compramos por menos de diez dólares, no por pena, sino por admiración.
Mientrás, él sigue hablando, es de Granada, pero al casarse con su mujer vino a Managua a trabajar como pintor. Estudió bellas artes y tuvo cinco hijos, 3 niñas y 2 varones. Nos cuenta que ya son mayores, pero aún así no deja de preocuparse por ellos, porque desde hace 13 años, que murió su mujer, él es lo único que les queda. Solo vive con uno de ellos, con él más pequeño que tiene problemas mentales causados por una paliza que recibió en la guerra mientrás defendía sus ideas detrás de una rota bandera negra y roja. Martín y su otro hijo tuvieron más suerte, eran pintores y a los pintores no se les "tocaba" en la guerra. PEro a Martín no solo le preocupa su hijo, también una de sus hijas, que acaba de quedarse sin trabajo a pesar de ser una mujer muy preparada. Ësta licenciada en Administración de Empresas, es responsable y trabajadora, pero acaba de cumplir 43 años y la "botarón" de la empresa. El señor lo cuenta resignado, explicando que esto es normal. Las mujeres son útiles desde los 14 años hasta los 25, después ya, valen verga...
No se si se nublaron sus ojos al contarlo, o no puedo verlos yo con claridad porque los míos se están humedeciendo, entonces le pregunto si su sueldo de pintor le ha dado para mantener a su familia, no porque me interese, sino por frenar el sunamí que esta apunto de estallar en mis entrañas y anegarlo todo, arrasando con los coches, los animales y las casas. Me responde con una sonrisa casi burlona , dejando en evidencia a mi ignorancia, que no, que tuvo que trabajar como albañil, pero que igual que su hija, ya es demasiado mayor, por eso esta aquí, a las puertas de la Casa del Cafe, un bonito restaurante de dos plantas, especializado en cafe y postres, decorado al estilo colonial, en verde y rojizo, con unas cuidadas enredaderas que cubren las paredes de la terraza. En su árbol, todos los dias, arrastrando cielos por las calles, desapercibido y en silencio, con el pecho encojito y la espalda encorbada, con su temblor en las manos, con su honda mirada.
Me agacho para recojer el vaso de plástico vacio que contenia el café, que Martín ha tirado bajo el árbol, al lado de su arte, las sobras de una blanca norteña...le estrechó la mano y vuelvo a mirar su ojos grisaceós azulados semejantes al color de los ojos de mi madre y entró en el autobús, me alejo triste, como todos los días, triste e ignorante en las conferencias por desconocer el maquiavelico equilibro entre el acuerdo y el conflicto, hilo del que pende la estabilidad de un planeta y sus millones de habitantes...Triste me alejó pensando en la frase que me ha dicho Martín:
" UNA GUERRA ES PEOR QUE UN TERREMOTO, PORQUE EL TERREMOTO VIENE Y SE VA, PASA, Y TODOS SABEMOS QUE PASA...PERO LA GUERRA NO, LA GUERRA PERMANECE, SE QUEDA Y ANIDA EN LA CONCIENCIA, EN EL DOLOR Y EN CORAZÓN DE LAS PERSONAS"....
Ya no veo a Martín, seguramente nunca más lo veré, y mi rostro a penas tendrá cabida unos segundos más en su abarrotada memoria, y se irá sin saber que hoy me ha enseñado una lección mucho más valiosa y duradera que todo lo que he podido aprender esta mañana en la cancillería o ayer en la Asamblea nacional de esos hombres que se revuelven en contra de la pobreza, y gritan a favor de los derechos, como si fueran la voz del pueblo...De un pueblo del que todos hablan y sin embargo, a mi me parece que nadie escucha...

viernes, 19 de marzo de 2010



El grupo desde el mirador



En los cafetales de la Finca


Camino a la Soñada


La Casa del Ärbol



Llegamos a la 1 de tarde aproximadamente, subimos a pie el camino hasta la cabaña, es un camino seco, reado de verdes y humedos árboles. Hay vacas pastando tranquilamente que no se asustan siquera al pasar por su lado, y un gran vivero lleno de colores. Me recuerda a un cuadro impresionista pintado sobre fondo verde aceituna fuerte. Cruzamos la valla de madera, y nos encontramos con nuestras acojedoras cabañas. Hay 3, 2 de ellas para dos personas, hechas de madera amarronadas, casi moradas, y una tercera más grande de dos plantas, preciosa. Frente a ellas un rústico lavadero de manos adornado con conchas de diferentes tamaños y colores, supongo que traídas de muy lejos, porque no queda cerca la costa en este lugar. Y por último el comedor, también de madera, esta más clara, con su pavimentado y caluroso porche en la entrada, en él una gran mesa rectangular en la que los coordinadores se sientan a comer, mientrás nosotros nos ubicamos en el interior.

Al terminar la comida, nos damos un paseo por la finca acompañados por el nieto de la señora Corina, Yimi, pienso en lo apropiado del nombre y lo repito instintivamente una y otra vez en mi cabeza, "La Soñada", "La Soñada", "La soñada"...este lugar bien podría ser también el sueño de cualquiera.

Mientrás camino, el horizonte parece dividirse en dos mitades, una azul, otra, salpicada en amarillos y rojos escurridos por el verde, más verde. Pasamos por el secadero de café y Yimi aprovecha para explicarnos su fabricación, desde aquí puede apreciarse una cuarta cabaña, la más impresionarte porque esta cosntruida sobre un grueso, sólido y anciano árbol, es verde como todo y esto lo hace desapercibido por la facilidad con la que consigue camuflarse con el paisaje. Dejamos atras el seco camino rodeado de palmeras y subimos la montaña hasta llegar a un mirador situado en un alto del bosque nebliselva. Me adentro en él y siento como el frio penetra más allá de los huesos. En este bosque hay miles de especies animales que campan libres por las tambíen miles de especies naturales, nogales, cafetales, robles...

Desde el mirador el grupo contempla en silencio la calidad del paisaje, el horizonte abierto al abrazo de la selva cerrada. Hay niebla, y las montañas en el fondo se tiñen blanquecinas, parece que va ha llover, mientrás los pájaros ponen la banda sonora a este momento, quizás irrepetible, seguramente inolvidable...¿cómo encuaderlarlo, fotografiarlo...?...coserlo a mi carne temblorosa, dejarlo navegar por el rio rojo que se me revuelve en las extremidades.

Bajamos de nuevo al comedor, comianza a llover e inmobil contemplo las nubes enfadas y no puedo evitar extremecerme al escuchar su estruendoso ruido, pero no me importa, nada puede arruinar este momento, pero si las actividades planeadas para este día. La lluvia rompe las exigencias del programa, y el grupo y yo especialmente lo agrademos con fervor. No cesa y poco a poco el porche se va llenando de gente arremolinada alrededor de la mesa. Supongo que es el momento perfecto para tener una conversación, que no es lo mismo que hablar de cualquier cosa, por eso aprovecho para entrevistar a Yimi dentro del comedor, y como no podía ser de otra manera, vuelvo a emocionarme con cada respuesta.

Vuelvo al Porche, ron y hielo decoran el tapete rojo, todos reimos por cualquier cosa, sería un pecado no hacerlo en este lugar. Me siento aformtunada, más que nunca, más que cuando apruebo, que compro, que cuando bebo en España. La noche negra no deja paso a las sombras, las siluetas solo se dibujan cerca de los ojos brillantes, a p enas veo el rostro de laura, que esta con su guitarra cantando frente a mí..."Te regalo mi sonrisa y mis labios para caundo queiras besar...te regalo mi cintura y las pocas neuronas que queda ya...". Se me humedecen las mejillas sin que la lluvia llegue a tocarlas, otro momento indescriptible, más palabras inútiles...¿Cómo encuadrarlo todo en un papel muerto?...si la vida simplemente se siente cuando pasa mientrás el corazón de nicaragüa late atrás, en el pozo verde...Se ha acabado el agua de la única ducha que hay, pero tampoco me importa, no hay electricidad y casi me parece un regalo la oscuridad y el negro que tanto me gusta...




Vistas detrás del comedor



















viernes, 12 de marzo de 2010

Doña Delfina


Doña Delfina es una de las primeras habitantes que se estableció en la comunidad de Venecia. Cuando era pequeña vivía alejada en la montaña en una finca para la cual trabajaban su padres, al contármelo, recuerda con cariño a sus patrones, como ella misma los llama, afirmando que eran personas buenas con las que siempre se podía contar.

Cuando se casó, construyó su casa en este lugar, pero la guerra marco su vida para siempre. Ella que amaba la libertad y el derecho del pueblo a vivir dignamente, supo afrontar con valor y espiritu de superación las circunstancias que le toco vivir, participando activamente en la lucha revolucionaria. A pesar de los años transcurridos sigue recordando con el terror pegado a las pupilas, el trotar de los caballos de la guardia nacional subiendo por el camino que llevaba a la montaña, sus gritos, sus amenazas...el horror hecho persona...Pero ni esto, ni la pérdida de su marido, cuando era aún joven y tenía 10 hijos a su cargo, consiguió mermar sus fuerzas, y siguió adelante, a veces triste, casi siempre sola, pero nunca abatida.



Nos saludo timida, con la mirada cabizbaja, caminando ágil a pesar de su edad por la tierra dura. Nos tiende la mano, y casi agazapada queda en una esquina de la criba, hundiendo sus manos negras en el amarillento café. La imitó y comienzo a pelar los granos también, de fondo escucho su voz, bajita, que penetra con palabras suaves y cuidadas como un hilo pendiendo de una enorme cascada que cae tímido a través de la roca. La veo lavar con fuerza la ropa manchada de sus hijos en la pila, la golpea dura contra la piedra, pero sus manos no se achantan, las miro fijamente intentando encontrar alguna herida, algún dureza...pero no hay nada, finas y lisas a pesar de todo, tiernas cuando estrecharon las mías...





No quiero contaros toda su historia, prefiero que lo leaIs en mi producto cuando este acabado, pero me gustaría describiros el lugar en el que vivía esta señora.



La casa es grande y antigua. Hace aproximadamente 33 años que se construyó . En ella se mezclan tonalidades grises, ocres y marrones. Es de piedra, ladrillo, cemento y adobe techada en chapa que hace de ella un horno humeante. en la cocina, que no parece una cocina un pequeño fuego para cocinar el arroz y los frigoles que sus hijos, sobretodo Tomás, recojen de sus parcelas de tierra.

En el comedor solamente un balancín de madera, un pequeño televisor en una esquina sobre una mesilla redonda tambén de madera, en el centro del salón, rodeados por nosotros, dos perros y una escoba como la de las brujas, y una incomodo maca. Como decoración un cuadro de la virgen, (porque aquí la gente no pierde la fe, aquí las personas siguen encontrando consuelo en la desesperación, y eso me parece algo admirable) que le regalo su nieta pequeña, a la que ve poco porque se marchó a la ciudad, un solo espejo en toda la casa, situado en este lugar, al lado del cuadro de su marido, que se ve borroso.



Es una casa oscura, pero no tan calurosa como me había imaginado al mirarla, las ventanas más que ventanas, parecen huecos, pequeñas dentelladas en la estructura. Hay dos habitaciones con bastante espacio, en las que se esparcen trastos que no llego a distinguir con claridad, dentro de ellas literas de madera.

Dos grandes y frondosos Matasanos custodian la casa desde la entrada, y además dan rica fruta para alimentar a la familia. A la derecha, un patio cercado con árboles pequeños, naranjos y guayaba. Un camino polvoriento, como todo, adornado cno patitos, una pequeña planta que da flores también pequeñas pero hermosas, violetas y blancas. Las gallinas revoloteando por todo el campo sobre el cafe. Detrás el gallinero, que construyeron enun proyecto llevado a cabo por la Alcaldía, pero al cuál las gallinas no se acostumbran, tal y como nos explica delfina, a ellas les gusta más andar correteando libres por el campo y no quedarse en un espacio delimitado que nisiquiera ellas han elejido....dicen que los animales se parecen a los dueños, pienso para mis adentros sin atreverme a decirlo en voz alta...



VENECIA. "El hotelito"







Estamos en Venecia, nuestro campamento se ha sentado en un pequeño albergue al que todos los lugareños llaman "el hotelito". Esta situado en un cerro bastante alto desde el cual puede verse toda la comunidad. Unos metros a la derecha del mismo, se encuentra la iglesia, que es una pequeña nave de ladrillo teñido de blanco. Esta cercado con palos de madera teñidos de azul, esto y un estrecho camino polvoriento es lo único que nos separa del revoltijo de chabolas que se esparcen por el valle.
Este centro de formación es pequeño, tiene 4 habitaciones, 3 de ellas tienen un desvantijado cuarto de baño sin puerta y una ducha de la que el agua cae perezosa y delgada. Nuestro cuarto no tiene baño.

Eran las siete y media cuando comenzamos a desayunar en la cocina-comedor. Frigoles, queso y frutas variadas, muy ricas por cierto. No comí mucho, y me arrepentí demasiadas veces a lo largo de la mañana por no hacerlo. Tenía ganas de que llegará este momento, lo estaba esperando desde que pisamos suelo nicaraguense, y hoy por fín vamos hacerlo, hoy tendremos la oportunidad de hablar, observar, relacionarnos y sobretodo aprender de las personas que viven en esta comunidad tan especial, ya que fue destruida por los horrores de la guerra, y levantada posteriormente gracias a los esfuerzos, la unión y los compromisos que ha lo largo de los años han ido adquiriendo sus habitantes.
He salido pronto del comedor y me he sentaqdo en una de las butacas de madera rosa palo que hay en el porche, frente a ellas, las pobladas montañas de árboles vrdes, todo verde, y eso que es verano. Me cuesta hacerme una idea de lo bello y duro que será el invierno en esta tierra. Otra contradicción de las tantas con las que me encuentro.
Para bajar al pueblo, un largo camino polvoriento que es lo único que nos separa del revoltijo de chabolas qeu se esparcen por el valle. Se nota que la comunidad esta despirta desde hace ya varias horas, a pesar de ser las 8 de la mañana.

El grupo charla animadamente frete a mi, sentados en los bancos de madera horizontal que ofrecen una vista panoramica del lugar, supongo que admirados como yo ante tal cuadro. Sale humo de algunas fábelas, mujeres corretean descalzas por los ilimitados caminos. Alrededor nuestro, olisquea un perro asustado y delgado, delgado como casi todo aquí, no existen aquí los dietistas, nutricionistas...
Tengo ganas de bajar, de hablar con la gente, de dejar de sentirme una turista.



El grupo se divide en subgrupos, yo voy con Ramón, Lali, Sergio, Silvia e Irene. Nos dejamos guiar por Jose Tomás, el hijo más pequeño de la Señora Delfina, una heroína cargada de historia que es muy respetada en esta comunidad. Rodeamos el camino que esta detras del hotelito y nos diriguimos a la parcela de tierra que pertenece a Tomás. Esta comunidad tiene un espacio de tierra de igual tamaño repartido entre sus miembros, para que ellos puedan cultivarlo y, obtener un beneficio, ya sea económico o alimentario, que permita la subsistencia de todas las familias que en ellas habitan. Durante el camino Tomás no deja de contarnos historias sobre el bosque, sobre las plantas y animales que en él se encuentras, incluso se atreve a deleitarnos con una vieja leyenda que aún hoy sigue atemorizando a los niños del pueblo. La parcela de tierra esta cercada, pero tiene una puerta y las cercas son debiles y bajitas, por lo que esta al alcance de cualquier persona, pero nadie las daña, ni las roba. observamos los cafetales, los plataneros. Nos enseñan como se siembra y como se cura la tierra, además de contarnos detalles de su quehacer diario. Tomás no solo trabaja en su parcela. Los sábados marcha a la ciudad para estudiar y terminar su carrera de ciencias medioambientales.

Después de este bello paseo, tomás nos lleva a conocer a su madre. Me da un poco de miedo escribir sobre ella, porque cualquier palabra se haría necia e insignificante en la definición. Delfina es una mujer timida, a pesar de ser una gran luchadora. Quedo viuda a los 39 años con 10 hijos, ayudo a las guerrillas sandinistas en la revolución, ofreciendo su casa para que se alojaran allí, y sus manos para lavar la ropa y cocinar. su casa es grande, esta hecha de ladrillos grises, ocres, y marrón, tiene un pequeño fuego en la cocina, que no parece una cocina. Esta es la primera casa que existió en la comunidad, tiene tres habitaciones con bastante espacio y pocos muebles, y ningún lujo. El salón también es espacioso, en él simplemente cinco silletas, una mesa redonda de madera sobre la que descansa un pequeño televisor que como ella misma nos confiesa le encanta mirar, un espejo, una maca. En la entrada de esta historica casa se alzan dos hermosos árboles llamados Matasanos, a modo de escoltas, me hace reír. Pero lo importante no es esto, podría en tretenerme en un sin fin de adjetivos, que al final se quedarían cortos, lo importante son los ojos de esa mujer, su manos, que curtidas por el recorrer del tiempo amasan los trapos en la pila rociados por el jabón, también fabricado a mano.
Nos invita a su casa, me vuelvo a quedar sin palabras, se evaporan dentro del estomágo, como el agua de un rio que desaparece con el bochorno después de una tormenta, melodía de palabras entre las paredes ennegrecidas, humo desde la cocina, y melancolía en los rincones que penetra nuestros zapatos, se humeden, por dentro, a lo lejos, como algo cercano que se aleja despacio e inevitable, los silencios en medio me recomen, también en el fondo, todo se me queda en el fondo.

Una reunión de grupo al regreso, todos sentados en circulo, han cambiado demasiado las expresiones de los ojos, se ha encurbado la piel y entre las pestañas, humedad de ahogo, ¿Qué habeís sentido?, se nos pregunta. Mis padres me han invitado a estudiar para convertirme en una persona más rica y exitosa, y los padres nicaraguenses aunque hacen la misma recomendación a sus hijos, su fin es diferente, lo que ellos quieren es que sus hijos estudien para convertirse en buenas personas, respondo..y solo lágrimas recuerdo después.






La tarde es distinta, el hotelito se nos ha llenado de niños, jugamos con ellos, son listos y me sorprende su interes por aprenderlo todo, preguntas y más preguntas de las que no estoy segura tengan una única respuesta, aprendo sus canciones, me recuerdan a las que me cantaba mi abuela, investigo sus ojos, intento llegar más alla de su ropa hecha arapos y sus zapatos rotos, más alla de lo que se hace evidente a los sentidos, y es una búsqueda y un encuentro doloroso, como un corte en la piel mal acostumbrada, como la sangre cayendo contra el suelo, que aquí no es suelo, sino tierra...rien y me hacen sentirme niña de nuevo mientrás el diabolo revolotea en el cielo azul, más azul, más abierto, más ancho...subimos al mirador, hay muchos bichos pero no nos importa, al lado esta el campo de baseball, único lugar de ocio para los niños y jovenes de la comunidad, solo hay hombres, las mujeres no suben a este lugar, nos miran extrañados...nos revolcamos por el cesped lleno de garrapatas, pero no nos importa, los niños sonrien cuando una cámara no les enfoca, porque al sentir el objetivo su rostro se entristece, disfruto de ellos, mucho más de lo que ellos lo hacen con nosotros, cae la tarde, llega la noche cerrada y oscura, tristeza de nuevo, y el camino de vuelta me pesa en la mochila. Me siento miserable por no haberme comido el gallo pinto de estos días, es un desprecio, como todos los desprecios que aborrezco, una más de las que desprecio...


jueves, 11 de marzo de 2010

COMUNIDAD "LA GARNACHA"







Desayunamos Gallopinto con Huevo duro y un café exquisito. Fue un desayuno rapido porque el tiempo se nos escapaba como casi siempre. Salimos del comedor sin puerta situado al final de la única calle que costituye esta comunidad, La garnacha. Es una calle de no más de 50 metros, con su camino ancho de tierra y polvo. A los lados, pequeñas casitas, algunas de madera, las más afortunadas de ladrillos. Frente al restaurante hay un estructura, quizás la más grande del lugar, que es también de madera, dentro de la cual se pueden ver desde lejos, entre las rendijas del edificio algunas vacas y chanchos, como llaman aquí a los cerdos. Bajamos la calle, hay una tienda de artesanía bastante turisticas, pero aún no esta abierta, más abajo en la esquina en la que se situa la fabrica de queso que vamos a visitar, un artesano, muy jóven, sentado en la puerta de su tienda, que no parece una tienda, parece una casa de jueguete por la pequeña venta cuadrada desde la cual puede verse todo el material.


Hacemos dos grupos para entrar a la fabrica, me toca hacerlo en primer lugar, pero no pude pasar de la primera estancia, no se si fue por el gallopinto que tenemos desayuno, merienda y cena, por los olores mezclados de diferentes tipos de queso, o por haber visto a cuatro hombres capando a un cerdo en el patio contiguo a la entrada a la fabrica, pero tuve que salir corriendo para no vomitar allí mismo, por lo que no puedo contaros mucho esto.
Me fuí con el segundo grupo, que esperaba en la tienda de artesanía que regentaba el joven del que os hable antes. Ramón le estaba entrevistando recopilando información para su trabajo, lo escuche un rato, porque el joven se expresaba animadamente y era bastante interesante todo lo que contaba, y mire otro rato como trabaja su piedra mientras explicaba la diferencia entre su arte y el arte que se expone en un museo, una respuesta ingeniosa la suya. Heche un vistazo a sus productos y compre también alguno de ellos, habilidad e imaginación desprendía todo lo que tocaba ese chico. Pero seguía un poco mareada y no quería que mi estomago se resintiera aúm más, por eso salí a la calle.


Apoyada en la valla de madera que cercaba la tienda del chico estuve un largo rato, mire las gallinas que picoteaban a lo largo del camino, y a los pollitos que las seguían unos palmos por detrás...¿De quien serán?...¿Cómo es posible que campen a sus anchas por este lugar?...¿Sabrán igual que sabe un perro cual es su casa?...¿No se robaran las gallinas entre ellos si estan sueltas?...De pronto veo dos niños acercarse hacía mi, uno se queda mirandome desde lejos apoyado en el palo de la entrada, el otro se acerca, parece mayor y más atrevido, dice que soy una “Chelita guapa, yo sonreí y les pregunte, como se llamaban. Carlos y David, contestaron, uno tenía 6 años, el otro cumpliria nueve dentro de una semana, y estaba muy contento porque su madre le prepararía una tarta de queso que solo puede comer cuando es su cumpleaños. Me cuenta que el también es artesano, que trabaja el macrame, porque todos los veranos viene a la comunidad una mujer que es de un país muy lejano, (cree que se llama Australia, pero no esta seguro), que les enseña como hacerlo y les trae hilo. Pregunta si quiero comprarle alguna, y entonces me doy cuenta de que no ve a una “chelita” guapa, ve unos cordobas para comer. Le dijo que si, y en menos de 1 minuto ha ido y vuelto a su casa con la pulsera. Me pide permiso para colocármela en el pie, y ríe mientras repite “chelita” guapa, piel fina.

Invitamos a los niños a que suban con nosotros al mirador, porque hoy no tiene escuela, a pesar de que cuando volvemos vemos salir del edificio que hace de escuela en la comunidad a un puñado de niños. Miro poco las vistas, a pesar de ser un paisaje que se me hace irreal en el horizonte de bosque verde bañado en dorado, senderos que parecen de cuento y huertos lustrosos en los que la gente trabaja sin descanso desde muy temprano, porque lo que en realidad me interesa es lo que me están contando los niños. Me hablan de su colegio, de las cosas que estudian en él, me dicen que nunca se aburren en el pueblo porque siempre hay algo que hacer en el campo, con los animales o con los vecinos a pesar de no tener más juguetes que tres bolindres y un puñado de chapas que ellos mismos pintan, dicen que les gusta el chocolate pero pocas veces lo comen, y que sus padres siempre le dicen “Si vos no trabajas, vos no comes”....Les miro a los ojos, son guapos los niños, tengo ganas de llorar de nuevo al recordarlo, pero no lo hago, porque no sería justo si ni ellos mismos tienen derecho hacerlo...Que injusta es la vida y el puto destino si existe, que injusticia el nacer en un territorio donde el dolor se hace normalidad...si ese niño hubiera nacido en mi lugar, ¿Cuán diferente pasarían los días para él?...aunque me consuela el pensar que quizás no serían más felices, porque no he escuchado a estos niños quejarse ni una vez, no han hablado con envidia, ni mirado mis pertenencias con deseo, se han limitado a mirarme a los ojos con una sonrisa, a ofrecerme el fruto de su trabajo con la ilusión con la que solo puede hacerlo un niño, y hacer preguntas sobre todo aquello que le es ajeno y desean que deje de serlo... tal vez ellos no tienen ningún motivo por el que llorar, y soy yo la que lloro al contemplar en sus ojos mi miserable avaricia, mi imperiosa necesidad de conseguirlo todo, porque la nada me hace vacio.


miércoles, 3 de marzo de 2010

1ª Conferencia. Manuel Moncada .

En esta primera conferencia se nos explica a grandes rasgos la historia de Nïcaragua.

Se presenta la historia como un instrumento de lucha y reflexión, más especialmente en Nicaragua, ya que ,debido a su situación geográfica es un espacio privilegiado. A pesar de ser un país pequeño, 130.000km, (antes era más grande pero Colombia, Costa Rica y otros países le arrebataron territorio), es el punto intercontinental de conexión entre la América del Norte y la del sur.

Hablar de Nicaragua, requiere inevitablemente hablar del Sandinismo, creado por Augusto C. Sandino (1895-1934), hijo bastardo de un terrateniente y una campesina analfabeta. El Sandinismo es el resultado de años de represión y opresión ejercida sobre el pueblo, por Somoza y su dictadura, convirtiéndose así en el máximo exponente de la nación.

Sandino conduce la guerra de liberación nacional logrando expulsar a las tropas estadounidenses del país, a pesar de que este no fue su único propósito, pues lo que quería conseguir era acabar con todo sistema opresor, oligárquico, sustituirlo por un poder que fuera del y para el pueblo. cuando abandono la lucha armada intenta conseguir la independencia política, económica, y social de todo el pais, luchando contra el imperialismo.

Nicaragua es un país que según algunos esta aún inmersa en la Revolución, por lo tanto puede considerarse un país en construcción que busca formas alternativas de poder que se alejen de las que hacen la guerra en nombre de la paz y de la democracia.

Actualmente, el presidente de la república es Daniel Ortega, que ha conseguido según dicen, a través de sus programas sociales, disminuir el analfabetismo del 56% al 4 % aproximadamente, gratuidad de la enseñanza y el sistema sanitario, y la erradicación de diferentes tipos de enfermedades...a pesar de esto, aunque no todos la mayoría de los Sandinistas reconocen que todavía queda mucho por hacer.

Frases para el recuerdo:

- "Los nicaragüenses no reprochan la invasión a los pueblos como tal, (ni españoles, ni ingleses...), ellos reprochan y rechazan a los feudales, a la minoría oligarquica"

- "La edad de un hombre, no define la antiguedad de sus pensamientos"

- " Preferimos comer mieda a someternos a voluntad ajena"


lunes, 1 de marzo de 2010

El comienzo. Costa Rica .




Me levantado temprano, supongo que he hecho demasiado ruido porque mis compañeras Bea y Mª Jose se han despertado asustadas preguntando si me pasaba algo. El reloj marcaba las 5:40. Me vestido deprisa, me he maquillado (sin deber) un poco, me he lavado los dientes y he bajado hasta el recibidor.

No parecen las 6 de la mañana. La plaza que esta frente hotel se llena de gente que corretea por ella tranquilamente, iluminada como si fueran al menos las 10. En ella, también hay muchas palomas libres del mundo...Hace un poco de brisa, y se me antoja agradable.

El personal anda por el hotel con una sonrisa adornandole el rostro, iguql que ayer y supongo que igual que todos los días. Se me hace díficil despertar los sentidos detrás de esta ventana, me gustaría olerlo todo, saborearlo cachito a cachito, rozar el corazón de Costa Rica con la yema de mis dedos temblorosos. Detrás del cristal hay un señor con gorra blanca hablando por télefono, me preguntó con quien y sobre qué...y sin quererlo hecho de menos hablar con mi madre, supongo que por eso casi automaticamente entro la mano en el bolso revuelto buscando mi télefono, pero no tengo red. Me gustaría compartir esto con alguien que me entienda, o que al menos finga hacerlo, y me consuelo pensando que podré ponerlo en mi blog.
Me suenan las tripas, tengo hambre y esta se mezcla con los nervios en el fondo de mi estomago. El autobus con el que nos diriguiremos a Nicaragua estará en la puerta en menos de una hora.

El recibidor se ha llenado de ingleses, me averguenza no entenderles y me prometo a mi misma, que cuando vuelva me apuntaré a una academia de idiomas aún ha sabiendas de que no lo haré. La plaza se ha quedado vacía. voy a subir a despertar a mis compañeras.

Ya estamos en el autobus, pasamos el museo del oro, la bilioteca nacional, a la derecha encontramos un parque que como todo esta lleno de gente, todo esta lleno de olor, sedes políticas, restaurantes. Hace humedad y calor pero no encuentro la fatiga en el rostro de ningun caminante.

El autobus se mueve demasiado, cruzamos la Panamericana, suponía todo diferente, y sin embargo lo veo tan igual que no me sorprende...los coches, las paradas de autobus...El autobus esta en silencio, de fondo suena el Rapsusklei, es mi canción. A lo lejos en el agujero negro que es el horizonte, nubes de azúcar blancas, esponjosas, apetitosas adornando la ladera de la montaña, verde y marrón...mucho verde y mucho marrón...Me encantaría sumergirme en las enredadas ramas de los árboles que se avistan desde la ventana, bajar por sus raíces, hacerme ella, renacer de lo que no ha existido, y verlo todo desde el punto cero.

Pasamos por un puente desde el cual se avista San José en la distancia, parece tan callada, como una escultura rota, hierática, perdida en ningún tiempo, en ningún espacio, inmortal, pero tristemente cubierta de colores...los problemas se adornan en este lugar con un gusto que más que exquisito parece burlón.

Llevamos casi una hora de camino. Me he tumbado cara al a ventana, siempre cara a la ventana, un poco empañado el cristal, pero me siento menos ciega. El paisaje es precioso, las montañas que caen y suben estan plagadas de árboles, todos diferentes entre ellos, algunos con hojas puntiagudas, verdes aceitunas, otros más desnudos, más débiles, con un color rojizo casi amarronado como la papaya del desayuno. Hay palmeras que custodian pequeñas fabelas de chapa entrecortada.
Me sorprende la escasez de pájaros y la abundancia de talleres en medio de la nada. Ropa tentidad en cuerdas atadas a gruesos troncos de arboles, percudida envejecida por el tiempo, por la niebla que en grisaceo dibuja la vegetación.

Pasamos un pueblo y al hacerlo cae el paisaje, se encojen las montañas y la vegetación se hace más homogénea, y por ende más difícil de distinguir, también por la niebla que va en aumento...flores rosas...a la vuelta tengo que ponerme más cerca de Paco, necesito un guía y desde aquí atrás no lo escucho...Más chabolas incrustadas en la tierra, bananos y cafetales adornan el marrón rojizo del suelo. Es precioso, además esta comenzando a lloviznar. Sonrió porque se me hace caprichoso como si hubiera sido creado por un pintor amante del verde que llena su lienzo de diferentes tonalidades, de un mismo color obsesivo, eligiendo unos puntos estrategios para colocar sus suaves pinceladas.

Quizás no haya pájaros por la lluvia, pero si helechos rojizos, flores que parecen de algodón amarillento como tiritas en las heridas de las delgadas ramas...Es curioso el suelo, la tierra a veces llano, pero jugueton, aparece y desaparece, crece y encoje, se esconde y vuelve aparecer verde de nuevo...En verdad, no intento explicarlo, solo retenerlo en la memoria, guardar esta pequeña iglesia en mitad de la nada, con su enorme cruz sobre el tejado de chapa, verde también pero con dos tonalidades, más suaves y naturales.

Llegamos al pacífico, escucho Extremoduro, y me acurdo de alguien, desde la ventana el agua se ve gris, eterna, tranquila como el caminar de sus gentes, como si el tiempo no pasará desapercibido a su lado. Es inmento. En el horizonte montañas pequeñas que le hacen de refinado marco. La playa esta desierta, unas pocas gaviotas sobrevuelan la inmensidad grisacea. Hay un chiringuito, más chabolas, y una carretera sin rayas, carteles de se vende apretadas, casitas con acojedores porches que se rompen en la armonía de las alambres, pequeñas ventanas, amarillas, naranjas, azules...tiendas, todas las casas, hasta las chabolas tienen esos graciosos porches. Cuando se acaba la calle suciedad esparcida por el suelo y dos edificios circulares quemados y en ruinas. La verdad es qeu todo parece una gran pero hermosa ruina, diferente a las ruinas que yo recuerdo, porque en estas crece fuerte la hierba, se pintan los escombros de colores y la gente serena alrededor del as chapas metalicas.

A pesar del empobrecimiento del lugar, hay gente muy bien vestida. La carretera esta rodeada por dos muros bajitos de hormigón adornados con pinturas de colores, a trozos crecen unas bonitas flores que parecen amapolas pero no lo son, porque son amarillas. Algunas personas descansas a las peurtas de sus pequeñas casas, otras, arman jaleo alrededor de los puestos callejeros. aquí todo esta en la calle, todo se hace en la calle, quizás por eso la gente es tan guapa y tiene ese color tan dorado. No he visto aún ninguna comisaria, tal vez no la haya, tal vez no hagan falta en este lugar. Hay albañiles reconstruyendo o construyendo algunos edificios, tienen a penas dos mochilas de herramientos y no hay ni rastro de medidas de seguridad, ni casco, ni una red, nisiquiera una señal de advertencia, quizas aquí tampoco hagan falta, tal vez eso no sea importante.

La gente camina descalza, pero sus pies no tienen callos, otros conducen audis, bmv, nissan, todos llevan una graciosa matricula azul y blanca que pone Costa Rica, pero lo que más me gusta son las furgonetas.

Nos paramos en una esquina, no se porque, no hay semáforo, miro por la ventana y entonces lo veo, es un niño que tendrá alrededor de los 15 años, supongo que más porque aquí la gente parece más joven, esta sentado en una silla como las de los bares, de plástico blanco, tiene un bañador azul, uuna camiseta a rayas blancas, azules y verdes, apoya sus pies también descalzos sobre las rejas del porche, un hilo de saliva prende de sus labios gordos, su mirada se pierde en algún punto invisible para mí.

Pasamos Costa Rica y cae la noche cuando llega lo negro. Estoy tranquila, escucho jazz y también me acuerdo de alguien. Me apoyo en el hombro de ramón y simplemente lo disfruto. Llevo todo el día soñando. 24 horas han bastado para que me enamore de este lugar y vuelva a creer en algo abstracto que todo el mundo llama felicidad, que para mi es simplemente estar a gusto y poder saborearlo sin más, vaciar la mente dejar que fluyan los sonidos, navegar con ellos...La armonía de sentir el momento y el espacio justo, libre, vació, como si nada pasará ni encima ni por detrás.